Eres el templo del Dios viviente Ezequiel 43:12
"Jóvenes: El Templo del Dios Viviente"
Un tema vital y relevante para cada uno de ustedes: ser el templo del Dios viviente. En un mundo lleno de influencias y distracciones, es esencial recordar quiénes somos en Cristo y cómo debemos vivir de manera que honre a nuestro Creador. Vamos a sumergirnos en las Escrituras y descubrir cómo podemos ser templos donde el Espíritu Santo habita.
I. Templo del Espíritu Santo (Efesios 2:11-22)
Pablo nos recuerda en Efesios 2:11-22 que en Cristo, los creyentes somos un nuevo templo donde el Espíritu Santo reside. Antes, estábamos separados de Dios, pero ahora somos reconciliados y hechos parte de la casa de Dios. Esto nos llama a vivir con un sentido de identidad y propósito, sabiendo que somos portadores del Espíritu de Dios.
Quizás estemos seguros de que somos cristianos. Aceptamos el regalo gratuito de la salvación de Jesús, y ahora Él habita en nosotros.
Como Su templo, ¡cuán importante es para nosotros darnos cuenta de que debemos ser santos, puros y apartados exclusivamente para Él!
Recibimos esta exhortación en 2 Corintios 6: 16-18: “¿Y qué tiene el templo de Dios con los ídolos?
Para ti es el templo del Dios vivo. Como dijo Dios: 'Habitaré en ellos y caminaré entre ellos. Yo seré su Dios y ellos serán Mi pueblo. '
Por tanto, “Sal de en medio de ellos y apártate, dice el Señor. No toques lo impuro y te recibiré. Yo seré un Padre para ustedes, y ustedes serán Mis hijos e hijas, dice el
Señor todo poderoso'. "
II. Glorificar a Dios en Cuerpo y Espíritu (2 Corintios 6:20; Romanos 12:1-2)
En 2 Corintios 6:20, se nos llama a glorificar a Dios en nuestro cuerpo y espíritu. Nuestro cuerpo no es solo un recipiente físico; es un lugar donde el Espíritu Santo mora. Romanos 12:1-2 nos insta a presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo, viviendo en conformidad con la voluntad de Dios. Cada elección que hacemos, cada acción que tomamos, debe reflejar nuestra devoción a Dios.
III. No Entristecer al Espíritu Santo (Efesios 4:30)
Efesios 4:30 nos advierte sobre la posibilidad de entristecer al Espíritu Santo a través de nuestras acciones pecaminosas. Como templos de Dios, nuestras vidas deben estar marcadas por la santidad y la obediencia. Cada vez que cedemos al pecado, entristecemos al Espíritu que mora en nosotros.
IV. Santificar a Dios en Nuestro Corazón (1 Pedro 3:15)
1 Pedro 3:15 nos llama a estar siempre preparados para dar razón de la esperanza que hay en nosotros. Como jóvenes que llevan el Espíritu de Dios, nuestras actitudes y palabras deben reflejar una relación genuina con Cristo. Debemos estar dispuestos a compartir la razón de nuestra fe y vivir de manera que atraiga a otros hacia Dios.
Que nuestro compromiso de santificar Tu templo sea fuerte.
No permitamos la adoración de ídolos, las cosas se vuelven más importantes que Dios para nosotros. Que nos volvamos rápidamente al Señor, aceptando Su perdón y santificación cuando el Espíritu Santo señala áreas de pecado en nuestras vidas.
Que nuestro templo sea apartado para adorar solo a Dios y darle gloria. Entonces conoceremos el gozo de Su morada y reinaremos dentro de nosotros, y cumpliremos el propósito de nuestra existencia: ¡tener comunión con Dios y darle placer!
V. Un Deseo Santo de Compartir Dones Espirituales (Romanos 1:11)
Los jóvenes también están llamados a desear y buscar los dones espirituales. En Romanos 1:11, Pablo expresa su deseo de visitar a los creyentes en Roma para impartirles algún don espiritual. Del mismo modo, debemos buscar activamente los dones que Dios desea otorgarnos para edificar Su cuerpo y ser canales de bendición.
+Predica sobre el Espíritu Santo
+Leer la Palabra de Dios es vida.
Conclusión:
Jóvenes, recuerden que son templos del Dios viviente. El Espíritu Santo habita en ustedes y los capacita para vivir vidas que reflejan la gloria de Dios. Su cuerpo y su espíritu son preciosos para Dios, y tienen el potencial de influir positivamente en su entorno. Mantengan un compromiso constante de vivir en santidad, de glorificar a Dios y de buscar Su voluntad. A medida que honran a Dios en su juventud, impactarán vidas y construirán un legado que glorificará a Dios en las generaciones venideras.
