Predica sobre Valentía: Dios lo espera de ti
Hoy nos preguntamos: ¿por qué Dios espera valentía de aquellos que lo seguimos? Al mirar las Escrituras, encontramos innumerables ejemplos de hombres y mujeres que demostraron un coraje extraordinario en circunstancias desafiantes. Sin embargo, podríamos preguntarnos, como lo hacemos hoy: ¿dónde encontramos nosotros, en nuestro tiempo, esas mismas oportunidades para demostrar nuestra valentía?
Es cierto que, en nuestra vida cotidiana, la mayoría de nosotros no nos enfrentamos a las mismas pruebas épicas que encontramos en las páginas de la Biblia.
1. Ya no hay más arcas que construir como la de Noé (Génesis 6). No se nos pide construir un barco gigantesco para salvar a la humanidad de un diluvio literal.
2. Ya no hay más gigantes que matar como lo hizo David (1 Samuel 17). No nos encontramos cara a cara con guerreros imponentes armados hasta los dientes.
3. Ya no hay más leones que matar como lo hizo Benías (1 Crónicas 11). Pocos de nosotros tendremos que descender a una fosa en un día nevado para enfrentarnos a una bestia salvaje.
4. Ya no hay más mares que abrir como lo hizo Moisés (Éxodo 14). No levantamos nuestro bastón esperando que las aguas se dividan milagrosamente.
5. Ya no quedan más ciudades para marchar y capturar como lo hizo Josué (Josué 6). No rodeamos muros al son de trompetas esperando su derrumbe.
6. Ya no quedan más madianitas a quienes derrotar como lo hicieron Gedeón y sus 300 hombres (Jueces 7). No nos preparamos para la batalla con cántaros y antorchas en la oscuridad de la noche.
7. No más hornos de fuego que enfrentar como Sadrac, Mesac y Abed-nego (Daniel 3). No nos amenazan con ser arrojados a llamas ardientes por negarnos a adorar ídolos.
8. Ya no hay más fosos de leones en los cuales ser arrojados como fue el caso de Daniel (Daniel 6). No enfrentamos la furia de bestias hambrientas por mantener nuestra fe.
9. Ya no hay más espadas que blandir como las que usó Juan el Bautista (Mateo 14). No confrontamos directamente a reyes con un llamado al arrepentimiento, arriesgando nuestras vidas.
10. Ya no quedan piedras que enfrentar como Esteban (Hechos 7). No nos enfrentamos a la furia de una multitud enfurecida dispuesta a lapidarnos por proclamar la verdad del Evangelio.
11. Ya no hay más viudas que resucitar de entre los muertos como lo hizo Pedro (Hechos 9). No se nos concede el poder de devolver la vida a aquellos que han fallecido.
Entonces, si estas grandes demostraciones de valentía parecen pertenecer a un pasado lejano, ¿dónde se espera que los cristianos de hoy mostremos nuestro coraje? La respuesta, hermanos, es que las oportunidades para la valentía han tomado nuevas formas, pero no han desaparecido.
Dios espera valentía de nosotros hoy en las batallas menos espectaculares pero igualmente significativas de la vida diaria.
• La valentía de defender la verdad del Evangelio en un mundo que a menudo la rechaza o la relativiza. Esto requiere estudio, convicción y la disposición de hablar con amor pero con firmeza sobre nuestra fe.
• La valentía de vivir una vida de integridad en un mundo lleno de compromisos éticos y morales. Esto significa ser honestos en nuestros negocios, puros en nuestros pensamientos y coherentes en nuestras acciones.
• La valentía de amar a nuestros enemigos y perdonar a quienes nos han ofendido, siguiendo el ejemplo de Cristo. Esto va en contra de nuestra naturaleza humana, pero es una poderosa demostración del amor de Dios.
• La valentía de servir a los demás, especialmente a los marginados y necesitados, sin esperar nada a cambio. Esto requiere humildad, sacrificio de nuestro tiempo y recursos, y una genuina preocupación por el bienestar del prójimo.
• La valentía de mantener nuestra fe en medio de la dificultad, la enfermedad o la pérdida. Esto implica confiar en la providencia de Dios incluso cuando no entendemos sus caminos y aferrarnos a la esperanza que tenemos en Cristo.
• La valentía de criar a nuestros hijos en el camino del Señor en una cultura que a menudo socava los valores bíblicos. Esto requiere intencionalidad, paciencia y ser un ejemplo vivo de nuestra fe.
• La valentía de confrontar la injusticia en nuestras comunidades y en el mundo, levantando nuestra voz por aquellos que no tienen voz. Esto debe hacerse con sabiduría y amor, buscando la restauración y la reconciliación.
• La valentía de ser diferentes del mundo, de no conformarnos a sus modas o filosofías, sino de vivir de acuerdo con los estándares de Dios. Esto a menudo nos hará parecer extraños, pero es un testimonio poderoso de nuestra lealtad a Cristo.
• La valentía de perseverar en nuestra fe, incluso cuando enfrentamos desánimo, duda o persecución sutil. La carrera cristiana es una maratón, no una carrera de velocidad, y requiere resistencia y determinación.
• La valentía de orar sin cesar, creyendo que Dios escucha y responde, incluso cuando no vemos resultados inmediatos. La oración es una poderosa arma espiritual que requiere fe y persistencia.
• La valentía de dar generosamente, confiando en que Dios suplirá nuestras necesidades. Esto refleja nuestra dependencia de Dios y nuestra comprensión de que todo lo que tenemos viene de Él.
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La valentía que Dios espera de nosotros hoy no siempre se manifiesta en actos grandiosos y visibles, sino en la fidelidad silenciosa y constante en las pequeñas decisiones de cada día. Es la valentía de vivir nuestra fe de manera auténtica y sin compromisos, de amar a Dios y a nuestro prójimo con todo nuestro corazón, y de ser testigos de Cristo en cada esfera de nuestra vida.
Que el Espíritu Santo nos capacite para ser valientes en estos tiempos, para que nuestras vidas sean un testimonio vivo del poder transformador del Evangelio. Amén.
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