"Somos Hijos de Dios"
Introducción:
Hoy vamos a reflexionar sobre una de las verdades más gloriosas de la fe cristiana: somos hijos de Dios. No por mérito propio, sino por la gracia y el amor de nuestro Padre celestial, que nos ha adoptado en Cristo. Esta identidad transforma nuestra vida, nuestra relación con Dios y nuestro destino eterno.
1. Hemos sido adoptados por Dios a través de Cristo (Efesios 1:5)
Dios no nos eligió al azar. Desde antes de la fundación del mundo, Él nos predestinó para ser Sus hijos. La adopción divina no es un acto casual, sino el resultado del amor eterno de Dios. No fuimos nosotros quienes buscamos a Dios, sino Él quien nos buscó y nos trajo a Su familia por medio de Jesucristo.
2. Recibimos el Espíritu de adopción (Romanos 8:15)
El Espíritu Santo es el sello de nuestra filiación. Ya no vivimos como esclavos del temor, sino como hijos amados que pueden clamar: "¡Abba, Padre!" (una expresión íntima y llena de confianza). El Espíritu nos recuerda constantemente que pertenecemos a Dios.
3. Somos herederos de Dios (Romanos 8:17)
Ser hijo no solo implica relación, sino también herencia. Somos coherederos con Cristo, lo que significa que todo lo que es de Jesús, es también nuestro. No es una herencia terrenal, sino una herencia eterna: vida, justicia, gozo y gloria en Su presencia.
4. Debemos imitar al Padre (Efesios 5:1)
Un hijo se parece a su padre. Si somos llamados hijos de Dios, debemos reflejar Su carácter: amor, santidad, misericordia y verdad. Imitar a Dios significa vivir como Cristo vivió, amando como Él amó.
5. El mundo no nos reconoce como hijos (1 Juan 3:1)
El mundo no entiende nuestra identidad porque no conoce a Dios. No debemos esperar aprobación del mundo, sino vivir confiados en que somos amados por el Padre. Nuestro valor no está en lo que el mundo piensa, sino en lo que Dios dice de nosotros.
6. Tenemos acceso directo al Padre (Gálatas 4:6)
Antes, el acceso a Dios estaba limitado; ahora, por el Espíritu, podemos acercarnos con confianza. Podemos orar, adorar y depender de Él como un hijo depende de su padre. ¡Qué privilegio!
7. Debemos vivir como hijos de luz (Efesios 5:8)
Antes éramos tinieblas, pero ahora somos luz. Nuestra conducta debe reflejar la pureza de Cristo. Vivir en santidad no es una carga, sino el resultado natural de ser hijos de Dios.
8. Somos disciplinados como hijos (Hebreos 12:6-7)
El amor de Dios no nos deja en nuestro pecado. Su corrección es prueba de que somos hijos legítimos. Cuando pasamos por pruebas, recordemos que Dios nos está formando para nuestra santificación.
9. Ser hijo de Dios requiere fe en Jesús (Juan 1:12)
No todos son hijos de Dios; solo aquellos que reciben a Cristo por fe. La salvación no es por obras, sino por creer en el nombre de Jesús. Si lo has recibido, ¡eres hijo de Dios!
10. Seremos revelados en gloria como hijos (Romanos 8:19)
La creación espera ansiosamente el día en que los hijos de Dios sean manifestados en gloria. Nuestra identidad ahora es velada, pero un día seremos transformados y reinaremos con Cristo.
- Predica sobre Oración de Jabes 1 Crónicas 4:9-10
- Predica sobre No te rindas: La victoria está en Dios
- Predica sobre Salir de La Comodidad
Conclusión:
Ser hijo de Dios es el mayor privilegio que podemos tener. Nos da identidad, propósito, seguridad y esperanza. Hoy, vive a la altura de este llamado: ama como hijo, obedece como hijo, confía como hijo y espera la gloria que te espera.
👉+100 Predicas y Sermones: Bosquejos
👉Predicas para Jovenes