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Predica sobre Sin Santidad Nadie Verá al Señor Hebreos 12:14

 “Sin Santidad Nadie Verá al Señor”: Un Llamado a la Consagración (Hebreos 12:14)

La contundente afirmación del autor de Hebreos en el capítulo 12, versículo 14, resuena con una verdad ineludible: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” Esta declaración solemne nos confronta con la necesidad imperiosa de la santidad en la vida del creyente, no como una opción para unos pocos, sino como una condición indispensable para la comunión eterna con nuestro Dios santo.

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1. La santidad es una condición para ver al Señor (Hebreos 12:14)

Nuestro texto base establece claramente que la santidad no es un ideal distante reservado para los santos canonizados, sino un requisito fundamental para todos aquellos que anhelan contemplar el rostro del Señor. No es una mera sugerencia o una meta opcional para los cristianos más fervientes, sino una condición sine qua non para experimentar la plenitud de la presencia de Dios, tanto ahora como en la eternidad.


2. Dios es Santo y exige santidad de su pueblo (1 Pedro 1:15-16)

“sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.” El estándar de santidad para el pueblo de Dios no es una invención humana ni una adaptación a las normas culturales. Proviene directamente del carácter inmutable y trascendente de Dios mismo. Su santidad es la medida por la cual debemos esforzarnos, reflejando su pureza y separación del pecado en cada aspecto de nuestras vidas.


3. La santidad comienza con el nuevo nacimiento (2 Corintios 5:17)

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” La verdadera santidad no es simplemente una reforma externa de nuestra conducta, sino una transformación radical que comienza con el nuevo nacimiento en Cristo. Al ser regenerados por el Espíritu Santo, recibimos una nueva naturaleza y la capacidad de vivir una vida que agrada a Dios. Esta nueva creación es el fundamento sobre el cual se edifica la santidad.


4. La santidad se manifiesta en un estilo de vida separado del pecado (Romanos 12:1-2)

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” La vida santa es una vida consagrada, apartada de los estándares y las prácticas pecaminosas del mundo. Es una entrega total de nuestro ser a Dios, presentando nuestros cuerpos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Él. Esta separación del pecado y consagración a Dios es una manifestación visible de nuestra santidad.   


5. La santidad es fruto de la acción del Espíritu Santo (Gálatas 5:16)

Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.” El cristiano no puede alcanzar la santidad mediante el mero esfuerzo humano o la fuerza de voluntad. Es el fruto de la obra transformadora del Espíritu Santo en nuestras vidas. Al someternos a su dirección y permitirle que nos controle, somos capacitados para mortificar los deseos de la carne y vivir en la plenitud del Espíritu, produciendo el fruto de santidad.


6. La santidad debe buscarse diariamente (2 Corintios 7:1)

Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” La santificación no es un evento instantáneo, sino un proceso continuo que requiere dedicación diaria, arrepentimiento constante por nuestros pecados y un temor reverente del Señor. Debemos buscar activamente la purificación de todo lo que contamina nuestro cuerpo y nuestro espíritu, esforzándonos por perfeccionar la santidad en el temor de Dios.


7. La santidad afecta cada área de la vida (1 Tesalonicenses 5:23)

Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” La santidad no se limita a nuestras prácticas religiosas externas o a ciertos comportamientos específicos. Implica la totalidad de nuestro ser: nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. Cada área de nuestra vida debe ser santificada y consagrada a Dios, reflejando su carácter santo en todo lo que pensamos, decimos y hacemos.   


8. La santidad es evidencia de que pertenecemos a Dios (Hebreos 12:10)

Porque éstos por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero él para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.” Ser santo significa estar apartado para Dios, ser su posesión especial. Aquellos que verdaderamente pertenecen al Señor se esforzarán por vivir de una manera que le agrade, buscando la santidad no por obligación, sino por amor y gratitud por su gracia. Nuestra búsqueda de la santidad es una evidencia de nuestra relación con Él.


9. La santidad nos prepara para la eternidad con Dios (Apocalipsis 22:11)

El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía.” Este versículo nos advierte sobre la naturaleza definitiva de nuestro estado eterno. Aquellos que son santos deben continuar santificándose, preparándose espiritualmente para vivir en la gloriosa presencia de Dios por toda la eternidad. La santidad que cultivamos en esta vida es la preparación para nuestra morada eterna con el Señor.

Predica sobre Sin Santidad Nadie Verá al Señor Hebreos 12:14

  1. Predica sobre Cómo Escuchar la Voz de Dios
  2. Predica sobre David contra Goliat: Ganando en el Nombre de Dios (1 Samuel 17)
  3. Predica sobre Isaías 62:3 - La Gloriosa Restauración de Sión:

Conclusion

El llamado a la santidad es un llamado a la transformación profunda, a la consagración total y a la búsqueda diligente de la semejanza a Cristo. Sin santidad, nadie verá al Señor. Que esta verdad nos impulse a examinar nuestros corazones, a renunciar al pecado, a someternos al Espíritu Santo y a esforzarnos cada día por vivir vidas que honren a nuestro Dios santo, anhelando el día en que le veamos cara a cara en toda su gloria. Amén.


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Juan 3 16 Porque Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todos los que creen en él no perezcan, sino que tengan vida eterna.