El enfoque apropiado de un cristiano
Un aspecto fundamental de nuestra vida cristiana: el enfoque apropiado que debemos mantener en medio de las vicisitudes de este mundo. En un tiempo donde las distracciones y las pruebas nos acechan, es esencial recordar que nuestra mirada debe estar fija en Dios y en las realidades eternas.
I. Nuestra renovación diaria
La vida cristiana no es un camino exento de dificultades. El apóstol Pablo nos recuerda en 2 Corintios 4:7-10 que somos vasijas de barro, frágiles y vulnerables a los embates de Satanás, quien nos ataca con una multitud de problemas. Nuestro hombre exterior se deteriora, nuestros cuerpos envejecen y sufrimos persecuciones por causa de nuestra fe (2 Corintios 11:22-33). Sin embargo, en medio de estas pruebas, no debemos desfallecer.
La clave para perseverar radica en la renovación diaria de nuestro hombre interior. Esta renovación se logra a través de la Palabra de Dios, que nos guía y nos fortalece (Juan 14:1-4). A través de la oración, depositamos nuestras cargas en Dios, sabiendo que Él cuida de nosotros (1 Pedro 5:7; Mateo 6:8). Y a través de la comunión con nuestros hermanos en la fe, nos animamos y nos edificamos mutuamente (Hebreos 10:23-25).
II. El eterno peso de gloria
Nuestras aflicciones, aunque puedan parecer pesadas en el momento, son leves en comparación con el eterno peso de gloria que nos espera. Algunas pruebas son consecuencia de nuestra condición humana, mientras que otras son el resultado de nuestra fidelidad a Dios, como la exclusión y la burla.
Jesús nos prometió que seríamos bienaventurados cuando fuéramos perseguidos por causa de su nombre (Mateo 5:11-12). Pablo, al final de su vida, afirmó que le estaba guardada la corona de justicia, la cual el Señor, juez justo, le daría en aquel día (2 Timoteo 4:6-8). Y la nube de testigos que nos precedieron nos anima a correr con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús (Hebreos 12:1-2).
III. Las cosas que no se ven
Este mundo, con sus pruebas y sus placeres, es pasajero. Las cosas que se ven son temporales, pero las cosas que no se ven son eternas. Sabemos a dónde vamos (2 Corintios 5:7; Filipenses 3:20). Por lo tanto, debemos poner nuestra mirada en las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios (Colosenses 3:2).
La dirección de nuestra mirada define el camino que tomamos. Si nos enfocamos en las cosas terrenales, nos desviaremos del camino de la vida eterna. Pero si nos enfocamos en las cosas celestiales, perseveraremos hasta el fin.
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Conclusión
Que nuestro enfoque como cristianos sea la renovación diaria, la esperanza en la gloria eterna y la mirada puesta en las realidades invisibles. Que podamos vivir con esta perspectiva, sabiendo que nuestras pruebas son pasajeras y nuestra recompensa es eterna. Que Dios nos conceda la gracia de perseverar hasta el fin, para que podamos recibir la corona de vida que ha prometido a los que le aman. Amén.
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